Domingo > Reflexiones en español > Reflexiones > La Espiritualidad de las Lecturas
El amor y la muerte

El Evangelio para este domingo nos dice que, “Jesús amaba a Marta, a su hermana, y a Lázaro.”

Esta declaración es clave. Nos muestra mucho sobre Jesús y sus amistades personales. Pero también subraya lo sumamente curioso que era que, mientras Lázaro se moría, Jésus se acampara en un lugar bastante cerca y no fuera a sanar a su amigo.  Le mandaron recado diciéndole que fuera. Un viaje muy fácil. Pero no. ¿Y por qué? “Esta enfermedad no acabará en la muerte,” dice Jesús.

¿Cómo? Se equivoca. ¡La enfermedad de Lázaro sí acabó en la muerte!

Cuando Lázaro había muerto, y llevaba ya cuatro días en la tumba, Jesús por fin decidió bajar a Betania. Marta salió a su encuentro y después fue a llamar a su hermana, quien estaba tan desconsolada que no quiso salir de la casa. Ambas le dijeron, “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.”

Al ver Jesús las lágrimas de María y las de los amigos que la acompañaban, presenciamos una revelación muy tierna. Las famosas palabras que siguen no se parecen a ninguna otra del Evangelio:

Y Jesús se echó a llorar.

La vida es tuya sólo porque tienes tus raíces en el amor.
Su llanto hace aun más conmovedora la pregunta de María y de Marta. (voy a parafrasear):  “Nos amas y amabas a Lázaro;  ¿por qué no viniste a curarlo antes de que muriera?” Creo que muchos de nosotros le hacemos a Dios esta misma pregunta cuando se nos muere un ser querido. “Dios, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Imagínate que le haces esta pregunta a Jesús en este momento, sobre alguna pena que tú tienes. Escucha la respuesta que te llegue. Toma tu tiempo. Si lo que oyes es de provecho para ti, sigue escuchándolo.

Yo por mi parte oigo a Jesús decir:

Mi amigo, yo sé que es difícil para ti comprender la vida, el amor y la muerte.  Los he revelado en mi propia carne, pero desde luego cualquier ejemplo puede ser ambiguo.

No sólo la vida sino también la muerte y hasta la pena tienen su lugar dentro del tierno amor de Dios. Son como las flores que brotan de la tierra.  Esa tierra es el amor profundo y bondadoso de Dios. Hasta la vida misma llega a ser a través del amor de Dios. Hasta la muerte recibe su vida del amor de Dios.

Ahora tú y yo, asombrados, interrumpimos para decir, “¡Espera! ¿Cómo puede la muerte recibir vida? La muerte supone el fin de la vida. ¿De qué estás hablando?”

Jesús parece contestar que hay muchas plantas y árboles muy bellos que brotan de la tierra de Dios. La vida sin duda es uno de ellos, dice, pero también lo son la muerte y el sufrimiento.

Déjame enseñarte, dice.

Jesús grita con una voz potente, grita hacia la tierra que es el amor de Dios, donde el alma de Lázaro está acogida. Desde esta matriz del amor, nace la muerte hacia la vida. Lázaro sale de la tumba.

Es como si Jesús nos dijera,

siempre consideras que tienes amor porque tienes vida. Pero es al revés.  La vida es tuya sólo porque tienes tus raíces en el amor. La muerte no borra el amor, sino que te hace volver a lo más profundo de él, a la rica marga del amor.

Reza sobre esto, dice Jesús, porque es la razón por la cual no fui inmediatamente a Betania.

John Foley, SJ

Tú estás invitado a enviarle por correo electrónico una nota al autor de esta reflexión:
Fr. John Foley, SJ

Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org