Por la Iglesia: que seamos testigos fieles de la muerte y la Resurrección de Cristo para ser instrumentos de la esperanza para los que sufren una pérdida o enfrentan sus propios límites.
Para el don de empezar de nuevo: que Dios nos transforme nuestros temores en esperanza, nuestro egoísmo en caridad, nuestra muerte en una vida nueva.
Para crecer como discípulos: que imitemos a María, la hermana de Lázaro, sentándonos a los pies de Jesús para aprender y aprovechar del don que sólo Jesús nos ofrece.
Por los que enfrentan la muerte cada día, especialmente voluntarios de emergencia y ministros en los hospitales: que Dios les fortalezca sus espíritus y les ayude cuidar a cada persona que ocupa su asistencia.
Por todos que luchan en contra de las fuerzas de la muerte en nuestra sociedad: que lleven la Luz de Cristo a los que andan en las tinieblas del abuso, aborto, adicciones, crimen o enfermedad.
Por los que sufren un divorcio o otra muerte de una relación: que Dios les sane su dolor, les anime resolver los conflictos y les dé esperanza.
Por los Elegidos: que Dios les guíe más allá de la muerte, es decir, del pecado, hacia una vida nueva por el bautismo.
Por los que se preparan para el Sacramento de la Reconciliación: que Dios les libre de sus pecados, les sane sus heridas y les cumpla su conversión.
Por la gente de Betania y toda la Tierra Santa: que la misericordia de Dios les inspire sus relaciones unos con otros, les abra nuevos caminos de cooperación y les sane las heridas de la división.
Por los que están en luto por la muerte de un querido: que experimenten la presencia de Cristo y su compasión en los tiempos difíciles.
Por las víctimas de enfermedades terminales y los condenados a la pena de la muerte: que sean dóciles al abrazo de Dios para conocer la vida cumplida en Jesús.
Para la conversión de nuestro corazón: que el Espíritu nos ayude reconocer la dignidad de cada persona humana, animando a los gobernantes buscar alternativas a la pena de la muerte.
Por los gobernantes: que Dios les ayude comprender las necesidades más urgentes de nuestra sociedad, iniciando un diálogo constructivo sobre el bien común.
Por los que sufren por el Evangelio, especialmente en el Medio Oriente: que Dios les fortalezca con el Espíritu de la esperanza.
Para el don de la paz: que Dios les guíe y les inspire a todos que trabajan por la paz, especialmente en Corea, Norte y Sur, a través de un diálogo abierto.

