Domingo > Reflexiones en español > Reflexiones > La Palabra que nos compromete
La Palabra que nos compromete
Tercer Escrutinio
RICA
21 de marzo, 2021
John Kavanaugh, SJ


Librarse de las tumbas
Abriré las tumbas y ustedes resucitarán.”

Me pregunto cómo fue cuando Lázaro murió por segunda vez. ¿Estuvieron María y Marta? Lo más probable es que Jesús no estuviera; porque Él, poco después de resucitar a Lázaro, murió Él mismo y, a pesar de la Resurrección, dejó a las hermanas a estar de duelo otra vez.

¿De qué murió Lázaro finalmente? ¿Volvió a sufrir de la misma enfermedad o fue algo imprevisto? ¿Pensaron María y Marta que, por segunda vez, Jesús le devolvería la vida a Lázaro? Recuérdese que Marta le había dicho a Jesús, “Si hubieras estado, mi hermano no habría muerto.” Tal vez se atreviera a preguntarse en voz alta de qué sirvió el milagro anterior si Lázaro iba a morirse de todos modos.

En el cuarto Evangelio, el escritor hace todo lo posible para demostrar que el caso de Lázaro fue especial, a diferencia de los otros milagros de resucitar a alguien. Primero, Jesús amaba “mucho” a Lázaro y a sus hermanas. Y como “su amigo Lázaro estaba dormido,” Jesús partió (tomándose un buen tiempo) para despertarle. Este retraso intencionado nos conduce a un segundo detalle muy importante: Lázaro estuvo muerto de verdad. Terminó su vida. Llevaba ya cuatro días en la tumba amortajado. No sería cuestión de una experiencia cercana a la muerte ni un caso de una versión antigua del estado vegetativo persistente. La cara envuelta, las manos y los pies atados, Lázaro llevaba tanto tiempo muerto que su hermana le advirtió a Jesús que “seguramente ya olería muy mal.”

Así fue como tuvo lugar otra estupenda inversión. Lo que estaba muerto irremediablemente volvería a vivir. Lo que parecía ser un fin, no lo era. Lo que parecía terminar, acaba de comenzar. Como Ezequiel profetizó sobre el valle de huesos secos, hasta un pueblo bien muerto podría esperar en el Dios vivo. Cuando todo estaba perdido, se encontraría mucho más. “Pondré en ustedes mi espíritu para que vivan. Lo he prometido, y lo haré, dice el Señor.”

Me he apoyado en esta promesa durante las primeras semanas de un año cuando se han enterrado los cuerpos de varios de mis seres queridos.

Uno de ellos ya tenía más de noventa años, lista para morirse, hasta deseosa. Sentía aprensión (¿era verdadera la promesa? ¿Es real la esperanza?), pero supo ponerlo en manos de Cristo. Había deseado seguirlo a Él y su compasión desde los locos años veinte---una época tan diferente a la nuestra que ni la reconoceríamos. Se preguntó cuál sería el resultado de todos esos años, ese desfile de alegrías y tristezas, todas las rotaciones de naciones y de gente poderosa, todas las invenciones y arte transcendentales. Y además: ¿qué se diría de su vida? ¿Y qué pasó de los sueños lejanos de una joven de dieciocho años que conocía una Iglesia que “nunca” cambiaría, una liturgia que siempre se cantaría en latín frente a la pared, una comunidad que siempre estaría allí aumentando y creciendo bien? ¿Se ha muerto de verdad mi valiente tía? ¿Estará siempre en la tumba?

Nuestra profesión de fe, no nos pide consentir un hecho consumido.

Una segunda alma, cuarenta años más joven, murió de repente, sin los prolongados ritos de consuelo tranquilizador y lo que normalmente son meses del tan esperado estado de descenso. No, murió demasiado pronto, antes de llegar a ser abuela, antes de los merecidos beneficios de descanso y renovación. Al final, llegó a encenderse de nuevo la luz de la fe---pero tan pronto como la vio, se fue. Se apagó. ¿Se enterró para siempre la antes adolescente pelirroja?

Finalmente una tercera tumba, indigna de la amada hija de Lázaro que depositamos allí, la tierra tan impenetrablemente dura, la superficie polvorosa cubierta de hojas secas. Seguramente Cristo lloraría en este funeral. ¿Cómo podría no turbarse en el espíritu, conmovido por la misma emoción profunda que sintió al lado de la tumba de Lázaro? Esta joven gracia por quien lloramos murió poco después de cumplir los treinta años, la edad del Cristo a quien emuló. Como Él, fue cometa, profetisa, vidente y una amiga íntima, fiel, para toda la vida. Mira como sus padres y su familia, su esposo y sus compañeros la echan de menos. Si hubiera estado el Señor, igual habría… Al estar allí, se habrían visto sus sollozos, mientras susurraríamos en voz baja, “¡Cómo la amaba!”

Toda muerte es prematura, irrespetuosa, y de alguna manera desesperada, tanto si es de una mujer de noventa años o de su sobrina-bisnieta, una recién nacida a punto de morirse que lleva heridas mortales desde que fue concebida. Toda muerte lleva al polvo, a huesos secos en el desierto, a cuerpos descompuestos en las tumbas.

La resurrección de Lázaro fue una acción de mantenimiento. También lo fueron los otros milagros de Jesús. Se pospusieron la enfermedad y la muerte. Pero estos milagros como los huesos vigorosos y resucitados ante el embobado Ezequiel son también promesas. Nuestra profesión de fe, no nos pide consentir un hecho consumido; nos pide creer, confiar en la promesa que Dios nos ha hecho, que aunque muramos, volveremos a vivir en un amor que es nuestra resurrección. Si vivimos y morimos en esta creencia, entonces con María, Marta, y Lázaro, con los sabios antiguos, con nuestros veteranos probados en la flor de la vida, y con nuestros jóvenes vivos cuyo ser completo es promesa, nada de nuestro bien y gracia se perderán ni se quedarán olvidados en las tumbas.

  “Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, entonces el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a sus cuerpos mortales por virtud de su Espíritu, que habita en ustedes.”

John Kavanaugh, SJ
Traducción de Kathleen Bueno, Ph.D.

El Padre Kavanaugh fue profesor de Filosofía en la Universidad de San Luis, Missouri. Su prematura muerte ha sido muy dolorosa para todos aquellos que le tratamos en su vida.



Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org