Nosotros pasamos toda la vida sembrando y criando amistades. A veces, esto resulta como una exclusividad que incluye a unos y aparta a otros. La vida nos invita a conocer a los verdaderos "otros", pero muchos terminamos abrazando sólo a las personas que nos rodearon al momento de nacer. Unos apenas aceptan a los que son de la misma patria o tribu. Cuando era niño, yo contestaba la pregunta, "¿De qué partido político?"con la respuesta, "Soy católico". Demasiado exclusivo yo.
Es fácil identificarnos como miembros de una raza o grupo lingüístico, marginando así a los demás. La amistad depende frecuentemente de los sentimientos de seguridad más que de un desafío creador. Toda ella se vuelve una cerca protectora más que el trapecio de un arriesgado.
Mateo vivía colectando la renta interna impuesta por los romanos, dependiente de la opresiva colonizadora, pero en el mismo grupo con Simón del partido radical político que buscaba eliminar a los extranjeros. Judas, más radical todavía, parece haber sido de los “sicarios”, nombrado “Iscariote” o mejor “Sicariote”, de los que asesinaban a los romanos en los callejones de la ciudad a puñalada limpia.
Los galileos, siendo norteños, campesinos y pescadores que producían la mayoría de la comida del país, tenían fama por su rebeldía, no sólo en contra de los romanos, sino también en oposición a los judíos sureños que controlaban los centros educativos y aprovechaban la ley mosaica, el templo y la ocupación romana para su propia ganancia. Los galileos se sentían dueños de la tradición profética, basada en la posibilidad de agradecer a Dios en todo lugar y en la lucha de ser nación justa e íntegra sin intervención de otros pueblos.
Intercambios amigables entre personas de estos dos grupos no eran comunes y, a pesar de que, entre los doce, sólo Judas era sureño, seguramente hubo otros en el discipulado. Sin duda, Lázaro, el mejor amigo de Jesús, era judío sureño; hay motivo para pensar que él, en lugar de Juan, es, si no el autor por lo menos el animador, del cuarto evangelio. Entre ellos se hallaban un escéptico, Tomás, y un cínico, Natanael. Los hermanos Santiago y Juan, como también su amigo Andrés. Estos nunca se apartaron de Jesús después de una sola conversación y, en esa época sin relojes, jamás se olvidaron de la hora de ese primer encuentro. Simón Pedro, quien siempre confrontaba a Jesús, buscándole la contra, el más controversial de los apóstoles, que entendía más con el corazón que con la cabeza, al fin y a pesar de su traición y la reconciliación que seguía, confirmaba la fe de todos sus compañeros.
No podemos dejar a un lado a las mujeres del Evangelio, verdaderas apóstoles, las que primero proclamaron la Resurrección del Señor después de haber sufrido la pena total de la cruz y el sepulcro. Eran de varias clases sociales con mu chas diferencias entre la Magdalena, las dos hermanas de Lázaro y Susana, esposa del mayordomo de Herodes, pero todas ellas eran amigas de Jesús, formando parte de su grupo de fe y apoyo.
Estos son sólo algunos de los discípulos que se reunían alrededor de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Eran capaces de convertir sus diferencias en amistad. Ellos vivían el reto del Espíritu con su única norma necesaria: la amistad subrayada por las cartas de Juan y las palabras de Pedro a Cornelio, la base de los cristianos en Antioquía y Jerusalén. El criterio que define a los cristianos no es, "Miren a los cristianos, cómo son de una familia, tribu o grupo étnico," sino "Miren a estas personas tan diferentes; miren cómo se aman."
Para nosotros no habrá manera de abandonar esta norma significativa de los cristianos.