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La Palabra que nos compromete
6º Domingo de Pascua
10 de Mayo de 2015


Anhelando la "Fe de antes"
 
"Esto les mando: que se amen unos a otros."

Los dos hombres que venían a verme estaban muy bien vestidos. Había cierta dulzura con la buena educación que practicaban, a pesar de que se les notaba un aire severo. Venían para presentarle un tomo grande a un señor que ellos pensaban que lo recibiría con comprensión, alguien que respetaba al Papa y a quien no le daría miedo escribir sobre el pecado.

“Aún creo en la fe de antes,” dijo uno de los hombres.

“¿La fe de antes? ¿Cuál fe?”

“Quiero decir nuestra fe antes de que comenzaran a hablar todo el tiempo del amor. Existían el bien y el mal y el castigo. La gente temía a Dios y seguía la ley. Desde el Concilio Vaticano II y la teología del amor, se ha suavizado todo y se ha hecho todo más fácil.”

Sentí compasión por los dos hombres. Pero sentí también tristeza. “Bueno, ¿cuándo creen ustedes que comenzó este tema del amor? ¿No piensan que Jesús habló del amor?

Uno de ellos dijo que había lugar para el amor, pero que hoy en día se había apoderado de todo y había dejado a la Iglesia en ruinas. Después de la reunión, me sentí agotado y tenso. Me parecía que este buen señor había perdido tanto. Aun así intentaba llegar a una verdad que todos nosotros experimentamos de alguna manera.

En cuanto al amor, los Evangelios y las Epístolas se romperían en pedazos sin él. Nuestros santos no tendrían sentido, nuestros héroes no existirían. Y Jesús no hubiera vivido. “Porque tanto amó Dios al mundo que le dio su unigénito Hijo…”

El pasaje siguiente viene de la Primera Epístola de San Juan, no del Concilio Vaticano II: “El amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.” ¿Cómo podemos imaginar al cristianismo antes de que el amor llegara a ser la base?

El amor que describe esta carta no es ante todo nuestro amor por Dios, sino el amor de Dios por nosotros revelado en el acto de ofrecer a su Hijo por el perdón de nuestros pecados. Es el mismo amor que San Pablo celebra en el capítulo trece de la Epístola a los Corintios, el amor del cual, él escribe en la Epístola a los Romanos, no nos podemos separar nunca.

En el cuarto Evangelio, Jesús nos llama a permanecer en ese amor. ¿Cómo debemos hacerlo? Siguiendo sus mandamientos. Ah, por fin la ley, por fin el bien y el mal. Y ¿cuál es su mandamiento? “Que se amen uno al otro como les he amado yo.” No hay escape. Al creer en Jesús, el misterio del amor nos persigue.

Quizás el mismo misterio es lo que nos inquieta. Después de todo, el amor no se recibe fácilmente, no se encuentra a menudo, y nunca se gana de verdad. También lleva a situaciones improbables como la del hijo pródigo y las ovejas perdidas y el perdón de pecadores horribles.

Esto es, desde luego, un amor muy diferente de lo que se llama “amor” en la vida actual, un estado mental narcisista e inmoderado. Tampoco es la gran oleada emocional que se asocia con el acto de enamorarse. Más bien es, nos recuerda San Pablo, paciente y generoso. No guarda ni celos, ni vanidad, ni resentimientos. Disfruta con la verdad. Confía. Espera. Permanece. Todas estas cualidades del amor son características del amor que tiene Dios por nosotros. Además, la mayor expresión del amor—dar la vida por un amigo—es lo que significa la Pasión.

No hay nada nuevo con todo esto. Y no es nada fácil.

Puede ser fácil tener o no tener reglas. Puede ser fácil seguir o no seguir mandamientos. Podemos vivir la vida de tal manera que no aceptamos ningún límite ni restricción a nuestros deseos y egoísmo. También podemos vivir la vida siguiendo los mandamientos tan fielmente que nos engañamos con la idea de que verdaderamente hayamos ganado, producido y que ahora controlemos el amor al que las sagradas escrituras se refieren.

Pero el amor que se revela en Jesús, tan sencillo como aparezca, es increíblemente ardiente. Por eso, la historia de nuestra fe se lee frecuentemente como una historia de resistir el amor.

Que hayan reglas. Que haya magia. Que hayan amenazas. Que hayan poderosas victorias en guerras o éxitos espléndidos en el mercado para asegurar nuestro valor. Que tengamos alto número de comulgantes y conversos, y la aprobación de las naciones para garantizar nuestra rectitud. Pero ¿el misterio del amor?

Uno de los pasajes favoritos de la literatura mundial de Dorothy Day viene de la novela Los hermanos Karamazov de Dostoevski, cuando el viejo padre Zossima le indica a la Señora Hohlokov que su supuesta crisis de fe es en realidad una crisis de amor: “Porque amar es una acción dura y espantosa al compararla con el amor de los sueños. En los sueños, el amor es ansioso por la acción inmediata, cumplida rápidamente y en vista de todos…Pero amar es una acción penosa y fuerte, y para algunas personas, también es una auténtica ciencia.”

No, amar no es tan fácil como pensamos. Y su dificultad para nosotros verdaderamente no es nada nuevo.


John Kavanaugh, S. J.
Traducción de Kathleen Bueno, Ph.D.

El Padre Kavanaugh fue profesor de Filosofía en la Universidad de San Luis, Missouri. Su prematura muerte ha sido muy dolorosa para todos aquellos que le tratamos en su vida.
THE WORD EMBODIED: Meditations on the Sunday Scriptures
Orbis Books, Maryknoll, New York (1998), pp. 64-66.
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Derechos de autor © 1998 por John F. Kavanaugh. Todos los derechos de autor están reservados. Se usa con el permiso de Orbis Books, Maryknoll, New York 10545-0308

Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/