Resulta que hemos visto los mismos problemas que cita Hechos de los Apóstoles en nuestras vidas y en nuestras comunidades de fe.
Podemos obsesionarnos con detalles o maneras de hacer las cosas, costumbres y prácticas, que realmente no son imprescindibles para creer; para practicar nuestra fe.
Por ejemplo: Hace un tiempito, que está circulando en las redes sociales, una publicación corrigiendo a las personas sobre cómo se deben tocar los dedos para persignarse o hacer la señal de la cruz. Cada vez que me cruzo con dicha publicación, me incomoda. En parte, porque sé que se están obsesionando con este detalle; en parte, porque sé que hay otras maneras de persignarse correctas y están diciéndoles a todas las personas que lo hacen diferente, que están mal.
Está lo esencial de la fe y luego las demás prácticas opcionales, estilos diversos y prácticas devocionales. En ocasiones, algunas prácticas devocionales tienen que ver más con las costumbres de una cultura o un país, más que con la intención inicial.
Dichas prácticas devocionales, no son una obligación sino una opción más entre muchas, que a algunas personas les ayudan mucho y enriquecen su vida de fe, mientras que a otros les oprime, les resulta una carga difícil de llevar y les quita la paz. Lo que le funciona a una persona, no necesariamente le funciona a otra.
El problema consta cuando, equivocadamente, miembros de la comunidad, imponen lo que es “opcional” y lo quieren presentar como obligatorio.
La primera consecuencia es la confusión. Confunden al creyente y la manera que debe practicar su fe. Le hace difícil discernir lo que debe hacer y lo que no.
Se nos puede olvidar lo fundamental de nuestra fe.
La segunda consecuencia es querer limitar las gracias del Espíritu.
Porque un grupo de personas le den prioridad al ministerio de niños, no quiere decir que es el único importante. Si, por ejemplo, a alguien se le impone el ministerio de niños y no se siente bien haciéndolo, puede que termine pensando que no es bueno para servir en la comunidad. Y es que el Espíritu nos llama a cada uno a diversas cosas, según lo que nos permita dar más de lo que somos y a través de ello poder acercarnos más a Dios.
Si algo no funciona, puede ser un llamado a hacer algo diferente. Quizás están llamados al ministerio de ancianos, de música o de ayuda a quienes necesitan alimento.
En Hechos de los Apóstoles los creyentes de Judea fueron a Antioquía y querían imponer sus costumbres a los locales. Entre ellas querían imponer la circuncisión.
Y es que, antes de obsesionarnos con las prácticas, debemos entender porque se comenzaron a practicar. En cuanto a la circuncisión, fue una práctica que se fortaleció con el pueblo judío en el exilio de Babilonia. Antes pensaban en la tierra de Caná como el territorio del Señor. Al quitarles la tierra, decidieron marcarse a sí mismos como territorio del Señor con la circuncisión. De ahí, la práctica evolucionó a ser un requisito del judaísmo. Entendiendo esta historia, podemos comprender el contexto de lo extraño de la insistencia de los creyentes de Judea, de imponer sus prácticas devocionales culturales a los creyentes de Antioquía.
Las cargas innecesarias nos oprimen y nos quitan la paz. Ante el debate de Antioquía, los discípulos les dicen:
“El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias.”
Que quiere decir, que ante todas las voces que reclaman autoridad y que confunden, siempre debemos contar con la oración y el don de consejo del Espíritu Santo. Que, es decir, hay que parar, considerar la situación en oración, y actuar en amor orientado por el Espíritu.
Esta es la promesa de Jesús: “el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho.”
Jesús está hablándoles a sus discípulos antes de su Ascensión. Me imagino que los discípulos estaban nerviosos, pensando en todos los retos que se enfrentarían y como resolverlos y también estaban tristes de ver a Jesús partir. Pero Jesús les quiere dejarles saber que no están solos y que les deja lo que necesitan. Jesús les dice lo que no deben de olvidar: Amar. Practicar el amor que Jesús es y nos enseñó.
Amar es esa precondición que nos abre las puertas a creer y tener fe; que nos da la paz y la confianza para enfrentar nuestro camino; que nos abre el entendimiento y nos ofrece razones de gozo y alegría. Es por eso que hace sentido que Jesús nos afirme que si queremos saber si cumplimos su palabra; si queremos saber si estamos por buen camino y complaciendo al Padre, verifiquemos si estamos amando en nuestras vidas. Que midamos todo lo que hacemos con la medida del amor. Si está basado en el amor, es de Dios y si no está basado en el amor, no es de Dios. En el amor está la presencia, el poder y la sabiduría de Dios. Y si creemos esto, dejamos las cargas innecesarias y vamos en rumbo de verdadera paz.
Dios me los Bendiga y Seamos Santos.