Al principio del evangelio según Mateo, Jesús es tentado a llegar a ser un líder como los demás dirigentes que afligen el mundo.
Los políticos del mundo siguen pidiendo préstamos y los bancos los siguen dando a pesar de que los pagos de interés hayan sobrepasado hace tiempo el capital del préstamo original. En las democracias nuevas y viejas, los candidatos al liderazgo enfatizan las divisiones del pueblo en lugar de las posibilidades de unión, distilando el voto favorable del temor popular. Todos prometen producir los milagros de sanación sin ningún intento de realizarlos.
Los políticos abogan, no la confrontación y el diálogo, sino la separación y la mentira. La adoración y adulación llegan a quien divide y riega, al diabólico.
Jesús era diferente. El luchaba en contra de estas tentaciones toda la vida. El no fue el centro de su propia vida, sino el Padre. Todos los demás, cuyas vidas él tocaba, estaban reunidos alrededor de ese centro. Allí Jesús buscaba la manera de facilitar sus dones personales y su sentido de solidaridad. Según las diferentes versiones del Evangelio, Jesús es un líder diferente a los demás. Marcos lo presenta en el camino de la cruz que traerá la justicia a toda historia y cultura. Lucas permite que Jesús aparezca entre todos los dirigentes de su época, mostrándolos sin la capacidad de producir lo necesario para el futuro reconciliador que brota del partir del pan. Juan nos dice que la verdadera gloria de Dios se ve en la cruz y en el Espíritu encarnado en nuestras historias particulares.
Mateo, viendo a Jesús como profeta, nos lo presenta desde el momento de la primera tentación como la persona que incluye a todos, así estableciendo el juicio de Dios sobre la identificación entre Dios y el prójimo necesitado. ¿Reconocemos de verdad al Dios de Jesús en el hambriento, desnudo, preso o enfermo?
Al analizar esta última Buena Nueva' de Jesús, ¿no debemos revisar, juzgar y rehacer nuestra vida? El
gobierno debe pasar por nuestro escrutinio. Las Iglesias deben tomar en serio e incluir a sus laícos. Los
colegios deben analizar la sociedad que les provee lo necesario para la enseñanza, a la vez que la sociedad
juzgue la eficiencia de las escuelas. Debemos fundamentar las estructuras gubernamentales, eclesiales y
educativas sobre los valores humanos que producen la esperanza. No es fácil desarrollar una relación íntima
entre las personas escogidas para ejercer el liderazgo de un pueblo y las masas que las escogen o siguen. Los
sistemas de la sociedad son más problemáticos cuando proceden de un liderazgo arbitrario. En las Iglesias, los
obispos se escogen, no por lo que han hecho, sino por lo que no han hecho. En los
gobiernos, las elecciones salen a favor de los que oscurecen el diálogo y discusión con acusaciones atrevidas
sobre la vida pública y privada de sus adversarios. Los colegios rehusan cambiar sus agendas de estudio,
evitando la despedida de los maestros y admininistradores que no rajan ni prestan hacha.
El texto evangélico de hoy
nos da todo el propósito del evangelio según Mateo. Para vivir con Jesús como nuestro único dirigente, debemos
dejar de insistir en ser los exclusivos de Dios y abrazar toda la humanidad. En esto, no hay moderación posible.
Según esta parábola de Mateo sobre las consecuencias de la fe cristiana, todos estamos vinculados. No importa si
el mundo alrededor acepta esto o no. Nuestro ministerio no existe para servir la cultura genérica de los tiempos
variables. No vivimos en la historia para que unos cuantos la declaren suya, mezclando el racismo y el genocidio
en una sopa venenosa para los que viven sin experiencia y criterio. Nuestras aventuras de comunicación, lenguaje
e identidad cultural nos deben ofrecer la oportunidad de ser fuente de una nueva creación y los valores humanos
necesarios para ella. Si no, ¿cómo podemos profesar una fe en la encarnación y la presencia de Dios en lo que
hacemos y decimos?
La parábola de hoy es lo que lleva a Jesús a su pasión y muerte. Los que matarán al profeta no aceptan al Dios
que él les ofrece porque no ha sido fabricado por ellos. ¿No es esto también nuestro problema? Debemos analizar
nuestra propia situación. ¿A quién seguimos? ¿Es Jesús nuestro verdadero líder o hemos abrazado a otro?