Este domingo no es sólo la solemnidad de Cristo Rey sino también el último domingo del año litúrgico. El Adviento comienza en una semana. ¿No debemos estar nerviosos ya por los regalos de Navidad? ¿Y la cena familiar? ¿O debemos lamentar el no tener una familia con la que celebrar?
Sí, pero no nos adelantemos. Por ahora, sólo necesitamos preguntarnos por qué las iglesias han optado por denominar a Cristo “rey.” Y una manera muy útil de hacerlo es mirar las lecturas para la solemnidad de Cristo Rey.
Comencemos con las imágenes pastoriles de la primera lectura. Se nos pregunta si hemos permitido desperdigarse las ovejas. ¿Acaso hemos comido las ovejas en lugar de apacentarlas? Si es así, dice Dios: “Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear. Vendaré a las heridas, curaré a las enfermas.”
¡Qué hermoso pasaje! A lo largo de la historia, Dios busca continuamente a su gente, invitándola a estar en una relación recíproca con Él. Esta es la base de nuestra fe. Nos pastorea hoy día de la misma manera.
Y entonces el Salmo Responsorial. “El señor es mi pastor.” Si ponemos atención, vemos que Dios cumple todavía su promesa de ser nuestro pastor. Su bondad y su misericoria nos acompañan siempre. Dios nos hace caminar por verdes praderas, por fuentes tranquilas.
Nuestros corazones rebosan de gratitud.
En la Segunda Lectura, san Pablo nos cuenta de Cristo, la personificación del pastoreo de Dios. A pesar de la muerte, la tristeza y el pecado que arrasan el mundo, Cristo trae al mundo la luz y la paz que se describen en la Primera Lectura.
Por último, el Evangelio nos cuenta en una parábola quiénes van a recibir esta luz y paz. No todos. Algunas personas han vivido como las cabras, y no como las ovejas.
Pues bien, ¿cómo llegamos a ser ovejas, dadas las tendencias que tenemos de vivir como las cabras? ¿O cómo llegamos a ser, por lo menos a veces, ovejas? Fácil. Cuidamos al Señor cuidando a nuestros prójimos. Sí.
En lugar de convertir nuestras propias preferencias y deseos en los objetivos de la vida, como hacen las cabras—aunque tenemos que hacer eso también--nos unimos a Dios como el que cuida a los demás. Nos sumergimos en las aguas tranquilas con Jesús, se lo damos todo, como hace Él, a los pobres y necesitados, no porque sea lo más fácil sino porque esta es la manera de obrar de Dios entre nosotros. La naturaleza del Rey.
Verás. El ejemplo es Dios, quien da de acuerdo con las muchas necesidades de los humildes. En lugar de dormir el sueño de los inactivos, debemos unirnos a Cristo, vivir como uno más de los pastores. Dios nos pide que digamos “Sí.”
Sí al Dios que ama sin prejuicio, al Cristo que pasó su vida en humildad, al pastor que cuida sus ovejas hasta el final. Dios nos cuidará de la misma manera en que cuidamos a los más humildes.
La semana que viene: ¡el año nuevo del amor de Dios!
Tú estás invitado a enviarle por correo electrónico una nota al
autor de esta reflexión:
Fr. Juan Foley, SJ