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Dios a la puerta

La entrada de Jesus en Jerusalén es un drama que nos llena los sentidos. Jesús llega como profeta, para confrontar a los poderes religiosos y políticos que han aislado el pueblo de Dios. Los capítulos 21 a 25 en Mateo recogen la vida de Jesús como el Libro de Deuteronomio recoge y repite los eventos de la alianza antigua. La entrada de Jesús a la ciudad se presenta como una selección de tres acciones combinadas que salpican a todos con el evento histórico del reino de Dios.

Primero, Jesús envia a los discípulos a traerle “una burra atada con su burrito al lado.” Jesús entra, montado en una burra presionada por el potro que quiere comer, molestando y empujándola, haciéndola brincar y saltar en camino. Esta entrada es una figura utilizada por Mateo para decirnos cómo llega el Reino de Dios, siempre inseguro, lleno de promesas y buscando la manera de definirse.

La segunda imagen del tríptico aparece en el patio del templo. Jesús entra a una escena de compra y venta en donde el área apartada por ley para la oración y devoción de mujeres y extranjeros había vuelto un corral para animales de sacrificio. A las mujeres y a los no circuncidados se les prohibía siempre su entrada al mismo templo. Sin embargo, se les reservaban ciertos patios y jardines para su uso. Jesús acusa a los sacerdotes de hurto porque han quitado a estos dos grupos el poco acceso a Dios que la ley les permitía. Jesús subvierte el mundo desordenado de las autoridades del templo y anuncia que, como fuente de oración, el templo se secará como la pobre higuera que no tenía fruto.

Esta entrada es como la llegada del reino de Dios, ... insegura , llena de promesas y buscando definirse.
En la tercera hoja del tríptico se aglomeran las gentes que siempre se hallaban en las puertas de los centros poblados antiguos, para mendigar o asaltar. Hoy, estas mismas personas marginadas se juntan en el corazón cicatrizado y herido de las ciudades grandes. En camino, Jesús sana a estos heridos y lastimados de su sociedad a la vez que los niños callejeros le recuerdan de su destino histórico: “¡Bendito sea él que viene en nombre del Señor!”

Hoy mismo, el señor nos invita a su procesión para entrar con él al centro de la actividad humana y reclamarla en nombre del mismo Dios. Si nos pensamos indignos o sin estabilidad para actuar según el plan de Dios, quizás debemos hacer el intento de montar con Jesús su misma burra y celebrar con él el futuro inseguro que tanto importa y molesta, siendo algo, no de nosotros, sino de Dios y de la juventud.

¿No podemos, quizás, ridiculizar y tumbar las paredes de los templos construidos a nuestros dioses falsos y sedentarios como intentó Jesús? Hasta hoy, los hemos protegido con murallas de acero y plástico. Son los dioses del caos y de la muerte. Vacían las economías de los pueblos por la compra de rifles AK-47 y M-16; inscriben las balas con los nombres de niños. Se borra el maíz de las tierras fértiles para sembrar centros comerciales. Se promueve la politiquería desde los despachos de los que sobornan influencias y se llenan los bolsillos largos de los políticos con la esperanza de los más pobres. Nuestros dioses son varios: el dinero, el poder burocrático, la apatía nuestra a pesar de la tortura y asesinato a plena vista, el estómago hartado cuando continentes enteros se llenan de niños muriendo de hambre. Alimentamos a estos dioses que viven en medio de nosotros al seguir nosotros un baile macabro de adulación a pesar de que nos beben nuestra sangre y consumen nuestra sustancia.

¿Podremos una vez más llegar a ver a los que la sociedad ha hecho invisibles a los niños, las familias sin casa, los hambrientos, los fragmentados, los muertos? ¿Hay fuerza en nosotros para comenzar de nuevo a educar, construir, alimentar, sanar, dar vida? Esto depende de nuestra voluntad de ser un país en que se acepta la participación de todos, un gobierno que resulta ser la obra de todos.

Una sociedad no puede sanar lo que no quiere ver. Dios mandó a Israel a ver la serpiente que lo estaba matando. Jesús entró a la ciudad pasando por el corazón de los mismos afligidos y marginados. Nosotros conoceremos las posibilidades del Reino de Dios, sólo si entendemos su ausencia en nosotros y abrazamos la conversión que nos hará plenamente libres.

Donaldo Headley

Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.


Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org