En el Domingo de Ramos contemplamos la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Hablamos de la última cena, su arresto, juicio y su camino a la cruz.
Contemplando la pasión, una de las escenas más dolorosas e impactantes, es la escena con Judas Iscariote. La escena en donde Jesús ve a su amigo traicionarle. No cualquier traición, sino la traición que le costará su vida. No es lo mismo saber que esto pasaría “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”, que verlo ocurrir. Cuando Jesús ve venir a Judas le dice: “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?”
Judas era el amigo de Jesús. Entonces la pregunta que siempre sobresale ante todo esto es: ¿por qué lo hizo? Meditando en esta pregunta, vamos a meditar intentando meternos en la mente de Judas y sus motivaciones y a la misma vez vamos a intentar meternos en nuestras propias mentes, nuestras propias motivaciones y ver cómo múltiples veces, nosotros también, traicionamos la misión de Cristo. Al final nos preguntamos ¿por qué lo hacemos? Aun aceptando a Jesús como nuestro Salvador, de vez en cuando, le traicionamos. Podemos reconocerlo por los frutos, por las consecuencias de nuestra traición a Jesús en nuestras vidas. Traicionar a Cristo es traicionarnos a nosotros mismos.
Volvemos a la pregunta de Jesús: “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?” Y nos preguntamos: ¿por qué Judas comenzó a seguir a Jesús? ¿Cuáles eran las expectativas de Judas? Una de las teorías es que Judas realmente creía en que Jesús era el Mesías. Judas sinceramente creía que Jesús era la solución de todos los problemas del pueblo judío. El problema consta en que Judas no entendía el tipo de salvación que Jesús le iba a traer. Judas quería imponer a Jesús su plan. Judas tenía una imagen perfecta del tipo de salvación que deseaba para sí mismo y para el pueblo. Se trata de una salvación política; una salvación militar. Judas creía en el poder de Jesús y por eso piensa que él podía torcerle el brazo a Jesús para que haga lo que él deseaba. Judas deseaba que Jesús usara su poder para derrocar a las autoridades y para derrocar al gobierno. Pero Jesús no es manipulable. Y esa no era la salvación que Jesús quería ofrecer.
Esto nos pasa a nosotros también. Nosotros reclamamos que creemos en Jesús y que confiamos en Cristo. Pero, cuantas veces nos sentimos incómodos o confundidos con el camino por el cual Jesús nos está llevando. Nos damos cuenta de que Jesús nos lleva por un camino diferente al que nosotros perfectamente habíamos ideado en nuestras mentes. Y también tratamos de manipular a Dios y le oramos insistentes tratando de convéncele a que nos sigua y nos ayude en nuestros planes.
Jesús no va acorde a nuestro plan maestro. Y es que Jesús tiene su propio plan maestro para nuestras vidas. Requiere que nosotros confiemos en Él. Y al igual que Judas, en ocasiones queremos torcerle el brazo a Jesús para que arregle nuestra vida de la manera que nosotros queremos. Dejamos de escuchar la voluntad de Dios y en muchas ocasiones nos guiamos por nuestro propio egoísmo y por los conceptos humanos e imperfectos que hemos adaptado como ideales de vida. Nos volvemos soberbios y cuando nos enfuscamos, no tan solo traicionamos a Jesús, como lo hizo Judas, pero también nos traicionamos a nosotros mismos y el plan maestro que Dios tiene con nosotros.
Cuando Judas se dio cuenta de que Jesús no era manipulable, que Jesús no iba a acceder a su plan particular de salvación, aún si lo amenazaba con la muerte, allí fue cuando Judas fue invadido con un inmenso dolor. Un dolor que lo llevó a su propia muerte.
Con la gracia de Dios, nosotros también podemos realizar cuando erramos y tratamos de forzar nuestra voluntad al plan divino. Dios nos ayuda a darnos cuenta de que nuestros planes son imperfectos; que nuestras soluciones a la vida son imperfectas y que sólo nos llevan al dolor y a la muerte. En ocasiones nos hacen mucho daño y crean consecuencias y traumas difíciles de superar. Pero la gracia De Dios está allí para decirnos que podemos ser rescatados. Que siempre hay un camino de regreso al plan divino. Que no tenemos que perder completamente la esperanza como Judas. Que de esto se trata la salvación.
Judas quería a un salvador político y Jesús se presenta como el salvador espiritual. El salvador de nuestra vida eterna. Judas estaba pendiente a su presente y Jesús estaba asegurándonos nuestro futuro. Judas se preocupaba por el reino terreno, físico, exterior y Jesús estaba atendiendo el reino interior, el espiritual, el del alma.
Nuestra invitación en el día en que recordamos la pasión de Jesús
es reflexionar sobre porqué creemos en Jesús, porque nos acercamos a
Él. Es una buena manera de comenzar esta Semana Santa.
¿Cuáles son nuestras expectativas de nuestra relación con Jesús?
¿Que esperamos de Él? Y que nos sintamos confirmados cuando Jesús se
acerque a cada uno de nosotros y nos pregunte: “Amigo, ¿es esto a lo que has venido?”
Dios me los Bendiga y Seamos Santos.