Homilía
Domingo de Ramos, ciclo B
1 de abril de 2012

The Procession with Palms:
Mark 11:1-10 or John 12:12-16
Primera lectura: Isaías 50:4-7
Salmo responsorial: 22:7-8, 16-17a, 18-19, 22-23ab
Segunda Lectura: Filipenses 2: 6-11
Evangelio: Marcos 14:1-15:47

El Desfile Del Destino

Jesús envió a los discípulos a la entrada de Jerusalén para encontrar allí un burrito joven. Así quería entrar a la ciudad y, por última vez, proclamar el Reino de Dios en la Tierra. Ya había terminado su peregrinaje y la formación de sus discípulos. El Reino de Dios hecho persona en Cristo ya aparecería a todos los marginados y desposeídos sentado en las ancas de un animal inseguro.

El Domingo de Ramos inicia la Semana Santa. No es la misma historia en un año distinto, sino nuestra oportunidad nueva de analizar lo que somos y hacemos según los criterios de un Dios que nos ama y acompaña en la organización y liberación de nuestras vidas. Los discipulos pensaron que el reto de Jesús a la sociedad cambiaría todo y a todos. Habían visto que su agenda tenía razón y propósito y por eso lo habían seguido.

De todos modos, no comprendieron. Este mesías, entre los muchos que prentendían serlo, había encabezado su propio desfile mucho antes de que el burro quedara desatado y la muchedumbre aplaudiera. Su manera de dirigir contaba con Dios y la realidad de un pueblo oprimido. La gente no tenía un poder decisivo sobre su propia vida. Roma dirigía su vida económica y política, y la cultura griega se había infiltrado en la educación de sus hijos. Jesús, como líder, acompañaba a su pueblo oprimido hasta su propia tortura y muerte.

Jesús comenzó su vida ministerial en las aguas del río Jordán. En su bautismo, él no dejó nada, sino recogió todo lo que el pueblo había dejado en ese río durante su historia triste y larga en su paso por el Mar Rojo y el desierto, sus destierros, las muertes por sequía e inundación, o la vida nueva de sus siembras y cosechas. Al salir de las aguas bautismales, Jesús se comprometió con todo el proceso de vida en ese pueblo y con unos discípulos más o menos fieles.

A medio camino, dos de los que le seguían le preguntaron: ¿qué seguridad tendrían ellos al llegar el Reino de Dios? El les contestó con otra pregunta: ¿si ellos pdrían o no pasar por el mismo bautismo por el cual él tendría que pasar? Por haberlo seguido, el bautismo de la cruz sería la única seguridad de ellos. Poco a poco, con el tiempo y entendimiento, no les aparecería otra cosa más importante para su vida.

El bautismo de Jesús identifica a Jesús y a los discípulos de ese momento y de ahora. El camino de la cruz se abre sólo a los que están dispuestos a aceptar las inseguridades que acompañaban a Jesús. Sus signos son una bestia precaria y desconfiada y un río siempre con el peligro de inundar o secarse. No hay otros signos de la presencia de Dios en la Semana Santa. No hay otra seguridad para una vida verdaderamente cristiana.

Como los discípulos de él, ¿confrontaremos las guerras del mundo o la falta de casa, trabajo y comida en el mundo? ¿No entendemos la maldad de la economía liberal o de la deuda internacional prolongada?

Nos sentimos sin el poder necesario para cambiar las cosas más sencillas del sufrimiento humano en los barrios de nuestra ciudad. Las respuestas verdaderas al mal existente no se encuentran en la apatía; no se hallan en las drogas heroicas ni en la convicción de que, para sobrevivir, debemos ser blancos y ricos. El corazón de este pueblo conoce otras cosas: que nuestra nación tiene la mortalidad infantil más grande de todas las naciones desarrolladas, que la tercera parte de sus niños vive al nivel de la miseria, que doce familias controlan cuarenta y siete por ciento de todos sus bienes, tierras e industrias, que ella ha construido más prisiones que cualquier otro país del mundo y que su liderazgo ya no sirve, sino para robar los fondos de los niños, los viejos y los pobres.

Esta Semana Santa no puede ser como las demás. Es la hora en que optamos por vivir o no el bautismo de Jesús en medio de este pueblo sufrido y por montar o no ese potro nuevo hasta la morada de los que usan su poder sólo para oprimir a los demás.

Así es la Semana Santa. Es la semana que determina si compartimos o no la cruz de Jesús. ¿Qué de nosotros que vivimos entre una frontera de parroquia y otra? ¿Somos sus discípulos o no?


Donaldo Headley



Derechos de Autor © 2012, Alejandro von Rechnitz.
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Arte de Martin Erspamer, O.S.B. (Anteriormente Steve Erspamer, S.M.)
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
[“Clip Art” religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/