Cada Domingo de Ramos, relatamos la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Y mientras escucho la narración, siempre me pregunto: ¿Por qué Jesús terminó en esta situación? ¿Acaso había una manera de evitar todo este camino de sufrimiento y humillante muerte en la cruz de nuestro Salvador? ¿Qué hubiera pasado si Jesús se hubiera resistido a las autoridades y hubiera usado su poder para defenderse y vencer a sus enemigos?
¡Volvamos al comienzo de nuestro camino cuaresmal! Volvemos al desierto con Jesús. La verdad es que, durante estos cuarenta días nunca hemos salido de ese desierto. ¡Seguimos allí con Jesús! Cada día tentados a escoger el camino fácil, en vez del camino del amor.
Para Jesús, la posibilidad de evitar todo su sufrimiento; evitar su pasión y su muerte en cruz, fueron considerados y profundamente discernidos en esos 40 días en el desierto.
¿Podía Jesús evitarlo? No es una pregunta que decidimos hacernos ahora, es algo que le propusieron directamente a Jesús en medio de su pasión y su muerte. “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”
La respuesta a la pregunta: ¿podía? es ¡Sí! Si Jesús quería, él podía evitar su pasión y muerte. ¿Porqué no lo hizo? No es porque Jesús deseaba sufrir, Jesús no era masoquista.
Con esto tratamos de responder a esa pregunta de ¿Qué hubiera pasado?
Jesús quería salvarnos, no de poderes políticos como el imperio romano, sino del poder del pecado. Jesús quiere enseñarnos que, para librarnos del pecado, tenemos que evitar hacer daño alguno a cualquier persona. Evitar mancharnos con el pecado. No se lucha contra el pecado, pecando.
Jesús se resistió a la violencia. Es esa decisión de preferir sufrir antes de hacer daño. Es aceptar el sufrimiento que viene a consecuencia de decidir no hacer daño a otros. Esto es a lo que se refiere Jesús cuando nos invita a “amarnos los unos a otros como a nosotros mismos”. Ese es nuestro llamado a la santidad.
El Camino del Señor, es nuestra salvación, Jesús nos está mostrando el camino de la salvación, caminándolo. Cuando Jesús nos dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Él quiere enseñarnos a caminar y a enamorarnos apasionadamente por nuestro camino hacia nuestra salvación. Jesús es el camino, mostrándonos el camino. Él no podía mostrándonos el camino a la paz, siendo violento, o mostrarnos el camino al amor, predicando odio, mostrarnos el camino a la reconciliación, vengándose.
¡No tengamos dudas! !Jesús es Dios, Jesús tiene poder!
Pero el camino a la salvación, no es para él, sino para nosotros. Todo lo que Jesús hizo, fue por nosotros. Si él se hubiera rebelado en contra de las autoridades, hubiera mostrado su poder como Dios ante todos. Hubiera inspirado el “temor y rechinar de dientes”. Pero esto no redimirá a Israel, no del pecado. No mostraría con esto su corazón, no “la verdadera cara del Padre”. Si no nos hubiese ayudado a encontrar nuestra verdadera identidad, no tendríamos oportunidad de encontrar nuestro camino a la salvación.
Así que volvemos con Jesús al desierto, quien con las palabras: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Dice en estas palabras: “No vas a hacer esto acerca de mí, porque se trata de ellos, yo no soy quien necesita ser salvado, son ellos”. ¡Es en el desierto donde Jesús acepta su cruz; acepta el camino del amor que prefiere sacrificarse, en vez de hacer daño!
Y se confirma, cuando la tentación vuelve en boca de Pedro, cuando quiere evitar que su buen amigo sufra y Jesús le respondió: “Apártate de mi satanás” Otra vez dice: “No se trata de mi”.
Y vuelve en la misma crucifixión, cuando Jesús escucha: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”. “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”.
Allí en ese momento de dolor, el buen ladrón se iluminó y entendió de que se trataba Jesús y con gran fe le ruega: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
El relato de la Pasión en el Domingo de Ramos, a muchos nos conmueve hasta las lágrimas. Más muchos nos quedamos en ese sentir lástima por Jesús o sentirnos culpables por su sufrimiento.
¿Pero acaso entendemos la razón de su camino a la cruz? ¿Acaso entendemos a lo que nos invita?
Nos invita a volver al desierto, contemplar nuestras opciones en la vida. Concluir que no hay real ganancia, en la violencia, en la ambición, en el poder, en el odio, el rencor y la venganza.
Decidir y preferir, aquello que nos lleve a un aumento en nuestro amor a otros; en nuestro amor por la verdad y crear relaciones honestas y sinceras; en nuestro amor dar y tener libertad, dar y recibir gozo, y dar y tener vida abundante. El Camino del Señor; la pasión por el Camino del Señor, nos lleva a amar, !tanto y tanto!, que estamos dispuestos a sacrificarnos por ese amor; que estamos dispuestos a sufrir por ese amor.
Porque esto, precisamente, es lo que tenía en mente Nuestro Señor, al morir en la cruz. Reconocer esto es lo que despierta nuestra pasión por el Camino del Señor.
Dios me los bendiga a Todos y Seamos Santos.