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La pregunta candente

Este es el último domingo de Pascua.

La misa es vívida.

            De repente un ruido del cielo,
            como de un viento recio,
            resonó en toda la casa donde se encontraban.

            Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas,
            que se repartían, posándose encima de cada uno.
            Se llenaron todos de Espíritu Santo,
            y empezaron a hablar en lenguas extranjeras,
            cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.  (Primera Lectura)

¡Qué emocionante!  ¿No nos habría gustado estar allí?

Al recibir el ritual del bautismo y otros sacramentos, recibimos discretamente el Espíritu Santo. Cristo y su Padre llegan para habitar en nosotros.
Pero leamos más detenidamente el texto. El ruido no era un verdadero viento sino algo “como” un viento. Y las lenguas no eran realmente de fuego, sino “lenguas como llamaradas” (o sea, como si fueran de fuego). Los discípulos hablaban de maravillas imposibles de describir literalmente, así que emplearon metáforas.

Una descripción literal sería más bien así:

Hubo este sonido que procedía del cielo, algo que sonaba como, a ver, tal vez, el viento. Eso es. No era viento, pero no se me ocurre otra palabra. Y luego algo más o menos parecido al fuego, o tal vez lenguas de fuego. Pero no era ni fuego ni lenguas. Me es imposible describirlo.

Ellos en aquel momento experimentaban una presencia que no se puede captar con palabras. Obviamente, era algo muy profundo, pero demasiado profundo como para expresarlo directamente. Así que lo describieron con la metáfora. 

¿Nosotros tenemos también el don de profetizar, de hablar en lenguas extranjeras, así como lo hicieron los apóstoles?* San Pablo contesta esta pregunta en la Segunda Lectura. Sólo hay que recordar quién es el Espíritu Santo (tú y yo llevamos ya semanas haciendo eso). El Espíritu Santo es completa y verdaderamente Dios, la tercera persona de la Santa Trinidad, llegada al mundo para morar dentro de nosotros.

¡Con razón es dificíl hablar del Espíritu!

Hoy día, la llegada del Espíritu es menos dramática. Ha habido una paulatina normalización. Fíjate, por ejemplo, en Hechos de los Apóstoles 19: 1-8; allí san Pablo encuentra a varios discípulos que ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo. Los bautizó, y al “imponerles las manos, el Espíritu Santo bajó sobre ellos, y empezaron a hablar lenguas y a profetizar.” ¿Eso era el comienzo del sacramento de bautismo? Al recibir el ritual del bautismo y otros sacramentos, recibimos discretamente el Espíritu Santo. Cristo y su Padre llegan para habitar en nosotros.

Volvamos a preguntar, ¿Por qué tú y yo no nos comportamos como personas que llevan dentro a Dios?

Pues, como cualquier otra cosa tan profunda, la presencia del Espíritu necesita tiempo para influir en nuestras acciones, nuestras palabras y nuestros hechos. Cada vez que encontramos momentos de caridad o alegría dentro de nosotros, o de paciencia y bondad, o la capacidad de soportar penas, cuando buscamos la humildad, entonces sabemos que el Espíritu Santo obra en nosotros.

No, ya no son vientos recios y  lenguas como llamaradas, como antes. Pero es el mismo Espíritu de Jesús y del Padre que baja sobre las personas.

¿Podemos abrirnos al Espíritu?


Juan Foley, SJ
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 * Para los miembros de movimientos carismáticos, existe el estado de estar “llenos del espíritu,” además de lo que san Pablo llama “glosolalia,” o hablar lenguas extranjeras.  Esta es una experiencia dramática, pero no compartida por la mayoría de los fieles.

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Fr. Juan Foley, SJ

Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org