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... Al partir el pan

A excepción de los lugares en donde, como alimento principal, se comen la grasa de ballena, el pan se parte, las tortillas se calientan y los gyros se doblan para nuestra comida. Un niño de Palestina recoge un pan de la mesa y, en camino, comparte lo que lleva con todos sus amigos.

Un pan dulce de cumpleaños es más que repostería; es el signo de una vida compartida. Nadie puede salir de la mesa sin haber comido el pan.

El don del pan nos cuestiona sobre lo básico de la vida. ¿Es mejor tragarse uno mismo la vida entera o compartirla con otros para que todos se alimenten?

Nuestra vida debe revelarse como el pan sobre la mesa.

Esta pregunta preocupa a Lucas al presentarnos la imagen de Cristo Resucitado. Después de su nacimiento, su mamá pone a Jesús en un pesebre, el comedero de ovejas. En las páginas del Evangelio, Jesús está compartiendo una mesa con amigos, fariseos, publicanos y pecadores. Los discípulos que van camino a Emaús después de su entierro, reconocen al Resucitado, no en el propósito y profesía del Mesías explicados, sino en el partir del pan. Para ellos, esta acción, más que cualquier otra cosa identifica a Jesús.

Todas las apariciones de Jesús después de su resurrección poseen tres elementos: Primero, Jesús inicia el encuentro. Segundo, los discípulos experimentan confusión y reconocimiento. Tercero, Jesús hace de la aparición una celebración de la misión eclesial para anunciar el Reino de Dios.

Estos tres elementos se encuentran en la lectura de hoy. Jesús se une a una pareja desilusionada en su huida de Jerusalén. Ellos le expresan su desánimo y él les comunica esperanza, explicándoles la importancia de un Mesías que vive y muere identificándose con los sufrimientos de su pueblo Israel. En ellos, él nos da una misión, no por medio de sus palabras, sino mostrando cómo anunciar el Reino de Dios al partir el pan.

El pan es el elemento fundamental en esta revelación. El pan significa mucho para nosotros. Cualquiera que sea el grano que se muela, siendo de trigo, maíz o cebada, el pan es la comida que nos habla de la vida por nuestra manera de comerlo. El pan tiene raíces en el suelo sembrado y alcanza el corazón del planeta, acariciándolo. El pan nos dice quienes somos: la voz de la creación, los que, por nuestras decisiones, hacemos posible el futuro.

La narración de Lucas nos exige el análisis de nuestra situación y una respuesta. La conversación de Jesús señala cómo la Resurrección comienza en darnos una actitud de vida. Jesús vive la vida de Israel, muere como su pueblo muere y está resucitado por Dios precisamente por su manera de vivir y morir. En el Pentecostés, Pedro nos lo enseña. Los Hechos de los Apóstoles atestigua el desarrollo de la misión eclesial en el mundo. La decisión de los discípulos de vivir el sufrimiento y muerte que oprime al mundo es esencial en el desarrollo de la Iglesia y su misión. En la Iglesia, el Señor Resucitado vive torturado y crucificado.

No existe una manera fácil para llegar a ser una comunidad cristiana. Al nacer Jesús, María lo pone en el pesebre sólo después de haberlo envuelto en la ropa de los niños pobres. Como Iglesia, nosotros no podemos comunicar la vida del Resucitado sin identificarnos con las frustraciones, alegrías y celebraciones del pueblo que se reúne con nosotros. En la piscina bautismal como en una misa de entierro, la comunidad debe ser solidaria con la familia reunida en lo que celebra o sufre.

Felipe el diácono habla al cortesano de Etiopía que estaba meditando un pasaje de Isaías (53, 78). El muestra cómo el pasaje refleja la vida de Jesús y la manera en que nosotros podemos compartirla. La selección nos habla de la necesidad de identificarnos con la gente oprimida;  Lucas presenta esta identificación como el fundamento de la vida y ministerio cristiano.

Nosotros celebramos la pascua en el contexto de la Semana Santa y de los sufrimientos de Jesús de Nazaret. En nuestras andanzas de fe, nos encanta identificarnos con el Resucitado y con la vida libre del Espíritu. Sin embargo, compartir la vida del Resucitado significa que ya hemos tomado la decisión de tumbar las categorías de la muerte que nos entumecen con respecto a la necesidad del mundo y nuestras posibilidades.

Si el pan partido y comido es el signo de la vida de Jesús, nuestra vida también debe responder a su reto y hondear la tierra con cariño como hacen las raíces del trigo y del maíz. Nuestra vida debe revelarse como el pan sobre la mesa. Se reconoce al Señor en el partir del pan; ¿cómo reconocerán a nosotros?

Donaldo Headley
Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.
Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org